La Real Academia Española define la palabra calificar en sus tres primeras acepciones como:

  1. Apreciar o determinar las cualidades o circunstancias de alguien o de algo.
  2. Expresar o declarar un juicio sobre algo o alguien. 
  3. Juzgar el grado de suficiencia o la insuficiencia de los conocimientos demostrados por un alumno u opositor en un examen o ejercicio. (RAE)

En la cultura escolar dominante, esos son los significados sobre evaluación que utilizan la mayoría de docentes y estudiantes y el Ministerio de Educación, los cuales condicionan la acción profesoral. El docente cuando evalúa juzga el grado de suficiencia de los conocimientos y en base a ello coloca una nota al estudiante.

La nota resume –imposible encontrar una forma más escueta- lo que el docente opina del alumno en el rendimiento de una asignatura. Con un número el profesor le está “explicando” al estudiante lo que opina de su trabajo escolar.

Hay números que encierran significados interesantes; por ejemplo el número pi en matemáticas que nos indica la relación entre el perímetro de la circunferencia y la longitud de su diámetro. Pero el número de la calificación escolar posee un significado mucho más exuberante, por cuanto indica las cualidades del estudiante en la asignatura que cursa. Seguramente se pudiera llenar más de una página con las cualidades de un estudiante al finalizar una asignatura de un semestre de duración. Bueno, pues con un 07 o un 12 o un 20 se logra resumir esa página de opiniones.

A esto se le denomina evaluación de los aprendizajes, pero le corresponde más acertadamente el término de calificación, porque la nota califica con un número el grado de suficiencia del estudiante en el tema examinado.

¿Qué utilidad tiene esta calificación para el estudiante? Salvo la angustia, tristeza o alegría que le produce antes, en y después de ser calificado, la nota no le ayuda a aprender. La calificación por medio de una nota no encaja en el marco conceptual de lo que se entiende por Educación ni en el de su ciencia la Pedagogía.

¡Calificar NO ES educar!